miércoles, 15 de noviembre de 2017

Una deuda pendiente

Después de arrastrarme al ojo del huracán, engañada con la promesa de una vida mejor, de la ilusión de empezar de nuevo, de crecer, de encontrarme… y de encontrarlo.
Después de destruir con malas artes el suelo que me sustenta y las alas que me elevan.
Después de borrar con la mano la estampa que dibujé con mi sangre, y tirarla a la basura como si se tratara de un papel viejo y sin valor.
Después de lanzar el rayo aniquilador sobre el techo de mi casa, dejándome a la intemperie, sin refugio, sin calor, sin comida y sin agua.
Después de ponerme al borde del precipicio, bajo la incesante lluvia sin ánimo de escampar, con el barro hasta los ojos y el abismo como único salvación.
Después de enseñarme la monstruosa cara deforme y gris del miedo asaltándome en cada esquina.
Después de la eterna tormenta que me impide levantar la cabeza, mover un músculo, abrir los ojos.
Después de la soledad, la desidia, el desapego y la incertidumbre.
Después de sumergirme la cabeza en el mar de la melancolía hasta dejarme sin aire.
Después de arrancar de mi lado los oídos que me escuchen, las bocas que me hablen, las mentes que me entiendan, los cuerpos que me abracen.
Después de cambiar mi lienzo y mi paleta de colores por un triste papel y un lápiz.
Después de arrebatarme la voz para gritar y que ahora sólo sea un hilo de lamento que se ahoga en la almohada.
Después de convertir toda mi música alegre en acordes menores.
Después de mandarme al frente sin escudo y sin armas para defenderme.
Después del golpe demoledor que me has propinado sin miramiento, y tanto latigazo en la espalda cuando me intento levantar.


Después de todo esto… sabes, vida,  que me debes una. Y aquí te esperaré para cobrarla. En mitad de este cementerio, al borde de este abismo, ahogándome en este mar, perdida en este desierto, desarmada en esta guerra.  

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