domingo, 21 de mayo de 2017

La primavera de Madrid

"Life is about risking everything for a dream no one can see but you", dice Bernard Hiller. No concibo a un artista sin sentimientos, que no se derrame en sangre y lágrimas de vez en cuando, que no tenga miedo al miedo, a la incertidumbre, al rechazo o a la desazón y que aún así no se arriesgue a vivir con ello. Somos tan jodidamente frágiles que nos encerramos en una burbuja protectora para sentirnos a salvo de lo ajeno, sin pensar que ahí dentro hemos de convivir con nuestra propia mierda, con los fantasmas del pasado y con la soledad abrazada a la espalda.

Estoy feliz de haber tomado la decisión de escaparme una vez más al no saber qué va a pasar, pero triste por haber desembocado en el mismo manantial de dudas, de silencio y de resignación. Porque no fue suficiente (ya lo creo que no) y todo lo que me traigo es justo lo que tengo que olvidar. Las noches se desbordan ahora de escasez, y la desidia es la nueva regla de este sórdido juego de pasar de todo. Ni una palabra de más ni una de menos, vamos midiendo los pasos para no tropezar. Y yo, acostumbrada a rodar por los suelos, hubiera dado mis pies destrozados mil veces más por encontrar a mi lado la más ínfima señal de complicidad. Pero está tan de moda cerrar el corazón a okupas intrusos, que se nos olvida airearlo de vez en cuando, no vaya a ser que en un descuido se cuelen por la ventana. Está tan de moda callar lo que sentimos que todo parece haberse vuelto superficial y vacuo, como si expresar un sentimiento fuera señal de debilidad de espíritu, de ñoña estupidez sensiblona, de torpeza emocional. Tan de moda el yo, mi, me, conmigo que alrededor sólo vemos las sombras de lo que somos y no hay un  a quien añorar. De pronto un día, imágenes que hieren, palabras que confunden, el ya no te sigo, el ya no me gusta y el así soy yo. Y de nuevo a pedirle el favor al tiempo de que pase rápido y se lo lleve todo, pero que esta vez no me traiga nada a cambio (me he cansado de eso). El reinicio en estos casos va más lento que el de mi ordenador y es más complicado que apretar un botoncito.



Ojalá fuera más fácil saber qué hacer cuando no tienes idea de lo que debes hacer. Ojalá fuera más fácil hacerle caso al sentido común. Resignada a buscarme otro pasatiempo, y aceptando el principio del fin de tantas cosas, sólo puedo esperar que lo que pase sea lo mejor que podía pasar. Si la vida fuera una timba de póquer yo ya estaría arruinadísima, pero ahí sigo, apostando. Claro que cuando te dan en las narices con las peores cartas lo más sensato es retirarse y esperar mejores cartas la próxima vez. Sensatez... qué palabra de mierda. Sin dinero, sin esperanza pero, sobre todo, sin ilusión no debería dejarme arrastrar por la fantasía de que salga bien lo que pinta mal, pero ya lo he hecho. Y lo he hecho porque me debo a mí misma la honestidad que me he negado. No pienso doblegarme ante la frivolidad y la apatía. En mi mundo, pese a todo, y aunque a veces se esconda tras las nubes negras, aún hay color, y es todo lo que eché en la maleta. Si no fue suficiente lo lloraré en silencio, pero al menos lo intenté.



"EnZima de mí" ganó el tercer premio en el II Certamen de Microteatro La Parata el pasado 6 de mayo. Es una buena forma de cerrar un ciclo. Ya lo que me espera es un verano largo y solitario sin mucho trabajo y con mil necesidades. Y me guardo en el disco duro interno la silueta dibujada en el sofá, los acordes fragile de Sting, el pelo enredado en los dedos, Carolina in my mind, el indecente olor de la mañana, las risas aisladas,  y el sabor a sal. Porque aunque ahora no pueda verlo, sé que cuando el verano pase, con todos sus males, podré mirar atrás y dar las gracias a la vida por la primavera de Madrid.



No hay comentarios: