viernes, 8 de julio de 2016

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Para que quede en el recuerdo, dejo aquí los enlaces a las entrevistas que nos hicieron a Jalea Teatro en Cadena Ser, Canal Sur Radio y Onda Cero  por el estreno de "El Desvarío".





También nos dedicaron una página en "El Ideal".




Siempre he querido tener una compañía propia en la que poder decidir, aportar y compartir TODO lo que rodea a un montaje teatral. Lo logré, sin final feliz, cuando monté mi primera compañía Meigas Teatro, una compañía que surgió de la nada y llegó lejos en su corta vida. Pero en este caso yo no pude decidir, ni aportar, ni compartir nada. Caí en un lugar equivocado y me rodeé de personas que no tenían nada que ver conmigo. Tanto era así que me echaron; sí ¡de mi propia compañía! Por suerte, aquella ostia me impulsó lejos y fui a caer en otra compañía, la cual me llevó a otra y ésta a otra y así hasta el día de hoy. Meigas Teatro murió en cuanto me fui, y mentiría si digo que no me alegré. La única de las cinco que hoy es actriz soy yo. Cuando me echaron del grupo no solo frustraron mis deseos de serlo, también me frustraron como persona. Me atacaron como un grupo de hienas alrededor de una mesa diciéndome todo lo que había hecho mal y por qué no encajaba con ellas. Parece ser que al final ellas también desencajaron unas con otras... c'est la vie. 
No pongo la mano en el fuego por Jalea Teatro porque desgraciadamente que un grupo salga adelante no depende del deseo de una sola persona, y no puedo hablar por mis compañeros. Hasta ahora estamos funcionando bien. Haber estrenado "El Desvarío", cuando hace un año ni siquiera hubo interés en montar nada (de hecho los compañeros no interesados se quedaron al margen del grupo) y los que parecía que tenían algún tipo de interés no se mataban para que saliera, para mí es un logro. El mismo que haber sacado adelante The Happy Fish, con quienes también hace un año que empezamos los ensayos y pasaron por el grupo dos chicas que después se fueron, creando dudas, ganas de abandonar y ese tipo de cosas... Es como una ruleta rusa emocional confiar en cada proyecto que te metes. Algunos salen bien y con otros te vuelas los sesos. 
Si algo deseo ahora mismo es que estos dos proyectos (que SÍ han salido bien) tengan larga vida. Hoy tengo una compañía de teatro profesional y mi propio grupo de música. Llevo soñando con esto desde que era un maldito moco y me ponía a cantar en mi habitación a grito pelao y a recrear escenas de películas yo sola, con mi hermano como único público (porque lo obligaba, que para eso soy la hermana mayor). En fin, que ahora que lo tengo, sólo espero mantenerlo muchos años. Si no fuera así, ya buscaría la forma de tragar saliva y seguir adelante porque no queda otra ¿no? Pero, la verdad, sería triste... Era por eso, entre otras muchas cosas, por lo que me parecía tan feo morirme ahora; AHORA que tengo todo lo que siempre he querido. Así que voy a ser optimista y disfrutar de todo esto mientras dure (aunque a mí el optimismo no me dura más de diez minutos, qué le voy a hacer, je...). 

Web de JALEA TEATRO: www.jaleateatro.wix.com/jalea

Web de THE HAPPY FISH: www.swinghappyfish.wix.com/thehappyfish


martes, 5 de julio de 2016

Sobre la vida y la muerte

Temas delicados, ambos... Esta última semana he estado a punto de escribir mi testamento seguido de una larga lista de cosas que hacer antes de morir. Todo empezó cuando el jueves por la noche decidí ir a urgencias a causa de un dolor abdominal que venía arrastrando desde hace días y al cual no hice mucho caso pensando que, como mucho, eran gases. Pero viendo que el dolor, lejos de remitir, estaba yendo a más, me planté en urgencias en un ángulo de 90º. Allí, la primera experiencia horrible fue tener que mear en un bote para que analizaran la orina. Y fue horrible porque acababa de mear en casa. Tres vasos de agua y varios intentos después, conseguí llenar el tarrito ante la impaciencia de la enfermera que parece que le costaba entender que bajo presión es difícil mear... El análisis no dijo nada y sus toqueteos por mi abdomen tampoco, así que me derivó al hospital para que me hicieran unas placas. Allá que me fui. Me tomaron radiografías del tórax, me sacaron sangre y me volvieron a analizar la orina (esta vez llevaba aguantando los vasos de agua anteriores y no me costó nada). Me pusieron un calmante en vena para el dolor mientras salían los resultados y allí estuve hasta las 4:00 de la mañana sentada en una silla de ruedas, con el suero y el plastiquito metido en el brazo, y congelándome de frío porque el aire estaba puesto como para criar pingüinos. Resultados: todo está normal y por tanto no saben diagnosticar la causa del dolor. Mi sugerencia de si podían ser gases quedó descartada así como mi otra sugerencia de que pudiera ser muscular. Cuando dije esto último la cara de la enfermera me transmitió que aquello era mucho más grave, pero al no saber qué decirme me mandaron a casa con ibuprofenos, con una palmadita en el hombro y con la sugerencia oculta de que repose y haga testamento. Me fui. pues, peor de lo que llegué. El dolor era más leve por la medicación que me inyectaron, pero a mí me quedó la paranoia de que tenía un cáncer terminal indiagnosticable y no se atrevían a decírmelo. Pasé el viernes entero pensando que indiscutiblemente me estaba muriendo lo que me llevó a sentir un inmediato respeto por la vida, mezclado con un sentimiento de rabia pensando que era una putada muy fea que los hados me mataran justo ahora que había terminado los ensayos y venía la parte buena que es hacer bolos. Acabé por aceptar mi propia muerte como una experiencia interesante pero no podía aceptar cómo sería la vida para los que se quedan aquí (especialmente para mis padres...). Así que a la mañana siguiente, con más dolores y más paranoias mentales volví al hospital con la firme decisión de no salir de allí hasta que me dijeran claramente lo que tenía, así me tuvieran que hacer veinte mil pruebas más. Prefiero morir sabiendo que vivir con dudas. Me atendió un chaval con pinta de acabar de salir de la facultad de medicina que después de leer los resultados del jueves, y tras toquetearme un poco me dijo sin vacilar... "tienes un cólico renal leve, arenilla obstruyendo el conducto de la uretra. En unos días lo expulsarás en la orina y se acabará el dolor. Mientras tanto toma Diclofenaco y bebe mucha agua". Y así, sin más, mi enfermedad ya tenía nombre y no se apellidaba cáncer. De hecho se lo pregunté directamente al entrar en la consulta: "Hola, estuve aquí el jueves, me hicieron estas pruebas y no saben decirme lo que es. Sé claro, ¿es cáncer?". Después de reírse me dijo, y me explicó muy bien, por qué NO podía ser cáncer. Y así me fui tan feliz a casa con mis piedras atoradas y una renovada ilusión por la vida. Tanto tienen de psicológico las enfermedades que ya a penas me duele el abdomen. Me duele... pero sabiendo que no es "nada" me duele mucho menos. Unos días antes, el más mínimo pinchazo en el costado me hacía dar un paso más a la tumba, tal era mi paranoia.
Se queda en algo anecdótico pero es curioso la de cosas que se plantea una cuando cree que no le queda mucho tiempo: haces listas de cosas pendientes, ordenas papeles, borras el historial de google... además te vuelves especialmente ingeniosa en cuestiones de humor negro. Lo único positivo que he sacado de este espejismo fúnebre es el hecho de darle importancia a lo que es importante y nada más. Y es en este punto cuando una desea arriesgar. Porque no hay nada que perder cuando lo que pierdes es la propia vida. El viernes, mientras intentaba resignarme a mi propia muerte, eché la vista atrás tratando de recordar con añoranza lo que había sido mi vida hasta entonces. El largo recorrido por mi propia historia me llenó "de orgullo y satisfacción" (como al rey) porque al fin y al cabo estaba donde quería estar. Comencé a apreciar todo lo que había conseguido, cosa que normalmente no hago porque siempre me exijo mucho más, pero cuando crees que ya no te queda tiempo para más, valoras lo que sí te ha dado tiempo a hacer, y la verdad... no ha sido poco. Ahora que sé que no me muero voy a por más, claro, pero está bien autocomplacerse de vez en cuando de los propios logros y no pensar, como acostumbro a hacer, que nada es para tanto. Sin ir más lejos, estos últimos meses he hecho infinidad de cosas, no he tenido tiempo de parar, he saltado de un ensayo a otro, he luchado porque salieran adelante todos los proyectos en los que estaba metida, y resulta que no ha salido mal la cosa, y de hecho, seguimos avanzando.
Con "The Happy Fish" estamos abriendo muchas puertas, nos han incluido en el catálogo de Diputación, estamos programados en el Festival de Swing de Monachil, y hay varias fechas cerradas en julio, octubre y noviembre. Además, se nos une para los bolos grandes un trompetista cubano (Eric Sánchez) que le va a dar toda la onda al grupo.
El pasado 24 de junio estrenamos por fin "El Desvarío" con Jalea Teatro. Los días previos fueron de infarto porque, como es habitual, se echa el tiempo encima cuando aún quedan mil cosas por hacer. En una semana me he relacionado más con los medios de comunicación que con los que viven conmigo, a los cuales no les permitía ni que me respiraran encima porque bajo estrés soy así de "simpática". Nos repartimos el trabajo entre todos para tener listo el atrezzo, la cartelería, la difusión por radios y periódicos, las invitaciones "vip", la búsqueda de técnico/a... sin hablar de los ensayos que aún necesitábamos. Un currazo. De hecho estuvimos ultimando detalles hasta diez minutos antes de que comenzara la función. Yo, particularmente, estaba más nerviosa de lo normal sobre todo porque tenía que tocar el ukelele mientras cantaba, y por ser la primera vez siempre va una con un poco de miedo. Al final resultó ser la parte que más disfruté, y eso que se me resbalaban los dedos por las cuerdas del sudor que desprendía. Como bien dice Constantino, nuestro director, el público es el 50% del hecho teatral, y cuando se pone algo por vez primera la reacción del público es definitoria para saber lo que funciona y lo que no, lo que sobra, lo que hay que explotar, lo que se debe mejorar... En este sentido yo me siento contenta. Se nos quedó un poco corta en duración, principalmente porque habíamos metido quinta desde el principio, pero la reacción general del público fue positiva. Hubo risas, aplausos y hasta pidieron un bis tras la canción (¡eso sí que es meterse en el espectáculo!). Así que haciendo un balance general, y siempre desde mi propia opinión, creo que el trabajo estuvo bien hecho, a la gente le gustó y se puede vender con cierta facilidad.
A un nivel más íntimo, me queda la cosa de querer impresionar ya no al público sino a los míos, al grupo, y en especial al director, porque no hay mayor satisfacción que la palmadita en el hombro de quien ha confiado en ti. Si había una opinión que realmente me importara era la suya. No creo haber impresionado, porque somos exigentes y sabemos que podemos llegar a más (nadie me exige más que yo misma) pero haber arrancado bien es buena señal, y mejorar es cuestión de rodaje. El caso es que, tras mi experiencia cercana a la muerte, eso de impresionar me empieza a dar un poco igual. Saber dónde estás y a dónde puedes llegar es suficiente, y empeñarse en que los demás lo vean no debería ser motivo de frustración. Me venía pasando desde hace tiempo. Tenía la necesidad de demostrar algo a alguien y supongo que cuanto más me esforzaba en hacerlo peor me salía. Tuvieron que llegar los momentos decisivos para entenderlo.
El 29 de junio estrenamos también "Lorca, poeta entre poetas". Para entonces yo ya estaba con mis dolores abdominales pero dándolo todo en cualquier caso. Al día siguiente es cuando me fui a urgencias... Y ahora, con una relativa tranquilidad, seguiré trabajando para que todo siga su curso, que salgan bolos, que me siga superando, mejorar como actriz, como cantante y bueno... como persona. Dar la importancia justa a las cosas y no aferrarme a una sola persona ni a una sola opinión, porque la única que sirve de verdad es la mía propia (la que me sirve a mí, claro). No puedo morirme aún... "El Desvarío" tiene que dar muchas vueltas, el swing no ha hecho más que empezar y todavía me quedan cosas pendientes: citas atrasadas, viajes, éxitos y fracasos, las medicinas de Luna, conocer NY... y entender, antes de irme, el famoso sentido de la vida. De momento, aquí me quedo.