martes, 17 de mayo de 2016

Pensamientos mezclados

Nunca he sabido redactar lo que pienso sin darle un punto de coherencia. Tal vez esto de estar montando una obra basada en los cuentos de Woody Allen, cuya lectura recomendada me ha enganchado hasta el punto de meterme en la cama para leer (y no para otras cosas), me ayude a pensar menos en la forma y más en el contenido. Al fin y al cabo tampoco es tan importante entenderlo todo. He intentado ordenar los últimos acontecimientos destacables en varias entradas pero se me hace tarde para el mate y los ensayos, de manera que los he ido acumulando hasta no saber ya ni de qué quería quejarme. Porque eran quejas, eso sí lo sé... quejas razonables sobre la estupidez humana que se está convirtiendo en mi pan de cada día siendo, probablemente, más culpa mía que de los humanos en cuestión. Mi madre me ha dicho siempre (y me sigue diciendo) que no todo el mundo es tan listo como yo, por supuesto con el sarcasmo de fondo, aunque sus palabras exactas son "Te pasa como a tu padre. ¡Nadie es más listo que vosotros!" No voy a hablar por mi padre pero en lo que a mi respecta mi clarividencia no me ha traído más que problemas (y no hay sarcasmo, mamá). Siendo "tan lista" no he conseguido encontrar la manera de expresarme debidamente, y digo debidamente porque expresarme sí que sé pero no me entienden, seguramente porque para decir lo que pienso no me deshago de pasiones y por tanto sueno a perro ladrando. Consciente de mi arrebatado carácter he cambiado de estrategia en varias en ocasiones dejando reposar la mala leche y esperando a que se enfríe para entonces poder hablar en otro tono acaso más comprensible para las "mentes inferiores", pero haciendo uso de dicha estrategia hace una semana, antes de un concierto, acabé con un estrepitoso dolor de cabeza. Así que callarse y acumular tampoco es buena opción. Tras aquella desagradable experiencia, y luego de una charla con otro incomprendido de la vida, llegué a la conclusión de que es mejor ladrar, te entiendan o no (aunque seguiré buscando la forma de que los ladridos digan algo). Al día siguiente de aquello y después de peinar literalmente las huellas de mis errores (esto es de esas cosas que no se entienden, pero da igual...) me puse a pensar en las palabras de mi incomprendido "La vida te pone en las mismas situaciones una y otra vez, hasta que aprendes. Si no... repites curso". ¡Qué gran lucidez! Tal vez sea ese el motivo de tener como sueño recurrente que no llegué a terminar la carrera. En mi sueño me queda una asignatura que no consigo aprobar y la sigo arrastrando durante años, cosa que me angustia como me angustiaba en la vida real. Es posible que haya algún tipo de conexión; mi asignatura pendiente es ser comprendida. Otro sueño que se me repite es que mi perra se cae desde una gran altura y se mata (mis sueños son muy lógicos en general), entonces me despierto gritando (llorando incluso) y me cuesta volver a dormir. Todavía no sé qué significa, aunque seguramente no signifique más que eso, que temo el día de su muerte... Y hablando de muerte, me enteré hace poco del fallecimiento de un amigo con el que estudié en el instituto durante cuatro años. Nos pusimos en contacto superficialmente a través de facebook y en una ocasión me contó que estaba enfermo (no especificó la enfermedad porque al parecer no era diagnosticable al cien por cien). Nunca pude imaginar que dicha enfermedad, sea cual fuere, pudiera llevarlo a la muerte con 34 años. Quedé en shock cuando vi por casualidad la noticia en la susodicha red social. Es difícil encajar ciertas cosas... ni siquiera me salió llorar, tal fue mi parálisis generalizada al enterarme. Cuando una se encuentra con semejantes hechos le quita importancia a todo lo demás. ¿Repetir curso? Al menos tengo esa oportunidad... ¿qué pasa con los que se van antes de tiempo? ¿Llegan sin titulación al cielo? ¿O es que eran superdotados y ya no tenían nada más que aprender? Mierda de vida... mierda de muerte... Pues no soy tan lista, mamá, tenías razón... aquí quedamos solo los tontos para seguir dándonos caramonazos contra el mismo libro. Los listos están a otro nivel. Yo siempre he pensado que moriré joven por esa cosa de que no me cuido mucho y que odio envejecer, aunque la vida es tan puñetera que lo mismo me hace vivir cien años de soledad solo por llevarme la contraria. Pero vivir tiene sus recompensas también, como subirse a un escenario y cantar y que además salga todo bastante decente contra todo pronóstico. El bolo que dimos The Happy Fish el pasado 9 de mayo fue una experiencia

encantadora, y al finalizar dejé de preocuparme por eso de ser más o menos entendida. Las cosas se dicen en el momento que hay que decirlas, ya estén frías o calientes, y si hay que ladrar se ladra (algunos solo entienden el idioma perruno). Preparando ahora el dossier del grupo para posibles bolos internacionales he renovado mi optimismo. Además he descubierto que el estrés no solo me produce intensas jaquecas sino que también afecta a mi estómago de forma preocupante y la cerveza me termina sentando mal, ¡cosa que no voy a consentir! Dentro de diez días se presenta el cortometraje M.A.L. y una no va a aparecer tomando pastillas porque no queda glamuroso en absoluto dentro del marco que su director ha diseñado, cual gala de los Oscar. De hecho tengo que embutirme en un vestido que hace años que no me pongo pero que es el único que da el pego para semejante ocasión. Hay quien no necesita ir a Hollywood para soñar con una alfombra roja. Sigo ahora con mi lectura, con mi Lorca y con mi mate. Las pastillas más tarde...