domingo, 29 de noviembre de 2015

Sin "peros" en la lengua

Los juegos que la gente juega pueden dar para un inquietante análisis psicológico de la actitud del ser humano. Una radiografía de la sociedad y de las relaciones personales. Cuidamos cada detalle al milímetro, escogemos cuidadosamente el vestido más adecuado, el calzado que mejor combina, el peinado e incluso el color de los labios. Con un par de pinceladas somos capaces de ocultar lo que no queremos que se vea, y con otras dos, resaltar lo que queremos destacar. Es el ritual de un típico sábado por la noche, y el empeño depende del juego al que se juegue. Yo, no sé si por lucidez o por experiencia, entiendo las reglas de casi todos, y como suele ocurrir en los juegos siempre hay algún tramposo. Y a veces, aún conociendo las trampas, nos animamos a jugar. Ganarle al tramposo es la motivación que necesitamos para "resplandecer", y una juega sus mejores cartas, incluso se las muestra al contrincante en un intento de decirle "si me ganas es porque haces trampas Y LO SÉ". Perder nunca es tan gratificante como en estos casos.
Ayer me dijo un amigo "si te curras mucho algo y trabajas para conseguirlo, cuando llegue la oportunidad te pillará preparada", y no podría estar más de acuerdo. Volviendo a casa pensé en el significado de muchas cosas, y de esta frase en particular, y llegué a conclusiones paradójicas acerca del rechazo y las muchas cosas que nos sugiere, y lo bien que sienta conocer el terreno que pisamos, y sabernos capaces de reaccionar, entender, asumir y descartar. Y justo antes de llegar al portal, con la sensación de estar dándome contra un muro y casi convencida de los muchos caminos alternativos que hay, me acordé de ese nombre, Warren Beatty (yo también tengo mis propios juegos).
¿Cuáles serán los factores para que te valoren positivamente? Y no me refiero al típico "nos ha encantado pero...", como ocurre en los castings. ¿Qué es lo que hay que hacer para eliminar el "pero"? ¿Qué hay que decir, vestir, responder o cantar? ¿Cómo hay que moverse, mirar o sonreír? ¿Cuál es la clave para llegar a "nos ha encantado" y punto? Y lo más gracioso... ¿por qué cuanto menos empeño le pones a algo mejor te valoran? ¿Es esa la actitud? ¿Pasar de todo? ¿Algo en plan "esta soy yo y si no te gusta me da igual"? Porque parece que así se consiguen muchas más cosas... y ahora resulta que los conocimientos juegan en mi contra, que tengo que olvidar lo que tanto ha costado aprender. Pues no sería yo entonces. Sé por experiencia que quien te quiere te busca. Ocurre en los castings, y ocurre en la vida. Y probablemente la vida no sea más que un gran casting multitudinario donde no a todo el mundo le encantas... "sin peros en la lengua".

martes, 24 de noviembre de 2015

Zurgena

El pasado fin de semana me fui hasta Zurgena, en Almería, para rodar mi primer spot publicitario. Fue Ángel Rueda Pozo quien me metió en esto. Nos conocimos en el rodaje del corto "Pasando Consulta" hace un par de años, y fue una alegría que todo coincidiera para que pensara en mí en esta ocasión. Cuando me contó la idea del anuncio (para un almacén de muebles) no se me ocurrió nadie mejor que mi amigo Nando Rivas para protagonizarlo conmigo. Y allá nos fuimos el sábado para reunirnos con el equipo. El director, Pablo Miralles, ha sido todo un descubrimiento para mí. Un chaval con las ideas muy claras, profesional y responsable. Fue muy fácil rodar con él y con el resto del equipo técnico. El dueño de Mueble Hogar Milenium, Andrés, se esmeró en detalles con nosotros, y después del rodaje tuvimos asado argentino y todo. Un lujazo de fin de semana. Una de las cosas que más valoro de mi trabajo es conocer a tanta gente, y eso que yo no soy una persona super sociable que digamos, pero me encanta descubrir a las personas; siempre me dejan algo dentro.












Ahora estoy a dos semanas de estrenar una obra en Microteatro Granada con Marina Brox, "El Reencuentro", y si todo va bien ayer mismo audicioné para un micromusical en enero que ojalá me saliera. Y puestos a desear, ojalá lo comparta con mi compañero Juan Megías, que es de esas personas con las que sé que puedo trabajar (no todo el mundo está tan dispuesto) y además da el perfil perfectamente.

Estoy tan metida en tantas cosas de trabajo que no tengo ni tiempo ni ganas de enfrascarme en lo personal, lo cual no significa que no me jodan ciertas actitudes, o me emocione con algunas personas. Me pasa. Y me pasa casi a diario. Daría para otra entrada...

miércoles, 11 de noviembre de 2015

En el noveno cielo

El pasado 25 de octubre, con el cambio de hora, yo cambiaba también las paredes de mi casa. Se convirtió en algo urgente cuando la loca de mi perra intentó subirse de un salto a un seto y se cayó de culo, acabando así con la movilidad que ya había recuperado. Pero no hay mal que por bien no venga, y en cuestión de dos días encontramos un piso maravilloso, enorme, nuevo y con vistas privilegiadas, perfectamente situado para la comodidad de todos, con doble ascensor, más cerca del centro (¡ya no tengo que hacer transbordos!) y encima el casero nos rebajó el precio y pasó de cobrarnos fianza. Luna se ha recuperado a fuerza de cortisona y ya entra solita al ascensor (los primeros días hubo que empujarla porque le daba miedo). Y a tres semanas desde que nos instalamos, después del lío y el estrés que supone una mudanza, el desorden, el proceso de adaptación y los papeleos por el cambio de domicilio (sin contar que en medio de todo este caos he tenido ensayos y bolos) hoy por fin me siento en casa. Me hubiese metido en cualquier zulo de mala muerte con tal de que reuniese las condiciones imprescindibles: ascensor, precio asequible y buena zona para pasear a la perra. Sin embargo he ido a parar al noveno cielo, que no solo cuenta con esas condiciones sino que ofrece mucho más. Tengo armarios gigantes con espejos gigantes (soy muy feliiiiiiiz), tengo vitrocerámica, y mampara, y dos sofás, y una nevera enorme, y aire acondicionado y calefacción, y la Alhambra enfrente iluminada hasta las 2:00 de la mañana, y la sierra, y toda la ciudad, y, y... y no me creo que esté viviendo aquí. Debe ser la recompensa de los dioses por haber aguantado estoicamente durante 8 años en un quinto sin ascensor, situado en la Chana profunda, donde había que poner la fregona junto a la ducha para que el agua no llegara al pasillo, donde las cristaleras del balcón no cerraban bien y entraba la muerte hecha frío, donde tenía que sentarme en un sillón duro y destartalado si quería "ponerme cómoda" o donde siempre se estaba estropeando algo (la lavadora, la nevera, el calentador, la antena de la tele, la lampara del salón que siempre estaba en corto...). Y a pesar de todo, los mejores años de mi vida los pasé allí, en la calle Tulipán, con todos sus peros e imperfecciones. No quería irme... odio los cambios, pero cuando los cambios son a mil veces mejor es fácil acostumbrarse.